De la mano de Vicente Sanjuán y con una novela bajo el brazo –como buen viajero que se precie—, recorreremos maltrechas estaciones de tren, calles inundadas de colores en movimiento, caóticos mercados; trataremos de adivinar sabores ocultos bajo las especias o salsas picantes de las comidas que llevaremos a la boca con los dedos; se nos revolverá el estómago, y también el alma; reviviremos retazos de la historia de forma muy sintetizada, sin edulcorar, que nos acercarán un poco más al conglomerado de religiones, ideas y pensamientos que dan forma a este inmenso país de castas, dioses y vacas sagradas, donde nada carece de sentido y sin embargo todo parece conducir en direcciones opuestas. Pero también nos aproximaremos al corazón de las personas, del claro al oscuro de forma fugaz, y disfrutaremos de la diversidad cultural, constante en medio del incomprensible caos que parece reinar en cada rincón.
La lectura de este relato me ha hecho sonreír, por la forma desenfadada de contar los sucesos más cotidianos, sin enturbiar un ápice las explicaciones serias y bien documentadas que ahondan en el lector, que no dejará de hacerse preguntas, algunas incómodas, obligándole a reflexionar desde el sentido del rollo de papel para el WC, hasta la necesidad de ciertos dogmas de la fe.
Me apetece recomendar Namaste a quien esté pensando en un viaje para los sentidos, un viaje sincero (y no de esos que te conducen por circuitos de cartón piedra y folklore de salón de hotel), un viaje de verdad.
No puedo acabar esta breve reseña sin mencionar el fantástico esquema final con que Vicente concluye su narración: la idiosincrasia de uno de los países más incomprendido y poblado del mundo, personificado en una sola mujer cuyo viaje acaba de empezar. Simplemente genial.
Un abrazo.
Hasta el próximo café.
Nelo