Memento
1er Accésit en el Concurso de Relato Tono Escobedo 2016
Hacía años que no entraba en una iglesia, e ignoraba cómo
había podido dejarme embaucar esta vez; mi mujer siempre había respetado mi
ateísmo, y yo su fe.
De niño sí era creyente, incluso llegué a ejercer de
monaguillo en mi pueblo, cuando los curas vestían de riguroso negro y ofrecían más
remedios que la botica. Hasta que el bueno de Valentín, que repartía el dinero
del cepillo entre los críos y nos daba hostias de las de comer al acabar la
misa, dejó preñada a una joven aldeana y abandonó la curia por la puerta de
atrás.
Pero, anécdotas aparte, leer nunca se me dio bien. Por eso me extrañó tanto verme junto al
púlpito, con la Biblia abierta y todo el mundo pendiente de mí.
“Ya es tarde para arrepentirse”, suspiré apesadumbrado. Tomé
aire, junté las manos y me acerqué al micrófono dispuesto a recitar aquel pasaje...
Cuando, de repente, mi garganta enmudeció. ¡Perdí la voz!
Miré de soslayo hacia el sacerdote, esperando su
reprobación, y lo encontré ungiendo con agua bendita un ataúd; la banda
violeta, distintivo de duelo y penitencia, colgando de su hombro.
“¿Quién será el difunto?”, me pregunté, incómodo por no
acordarme de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario