El muro
Relato incluido en el recopilatorio "Hasta que la muerte nos separe"
Disponible en amazon, Casa del Libro, Corte Inglés y Fnac
"COMPRAR"
Medio depósito de combustible,
una recortada de doble cañón, cinco
cartuchos, una bolsa de patatas fritas, cuatro cervezas y media botella de
whisky. Suficiente para subsistir un día más. La situación no es tan difícil
como aparenta, ya has escapado de la muerte una docena de veces en lo que va de
año. ¿Recuerdas cuando te cargaste a siete de esos cabrones chupa-sangre a
plena luz del día? ¿Quién te iba a decir que el sótano de aquella granja abandonada
sería un auténtico bunker, con comida y
bebida para varios meses? Gente previsora… Y ayer, sin más, el Mustang rojo, con la tapicería de piel
blanca, climatizador y reproductor de mp5
aparcado en la cuneta con las llaves puestas. Eres un tipo con suerte, un
protegido del azar.
Pero todo se acaba. Y hay que
continuar.
Pierdes la mirada en el horizonte
policromado. La carretera parece un interminable río de lava; el cielo, una
gran losa de mármol blanco veteada de nubes rojas y rachas de humo gris. Entre
ambos, fluctúa la inestable elipse de luz en que se ha convertido el sol.
Puto sol. Lo odias, pero lo
necesitas; sin él ya estarías muerto hace mucho tiempo.
Tratas de no pensar en nada,
olvidar el desastre que originó el cambio climático: la desertización en el
norte de Europa, las inundaciones en zonas
áridas, las explosiones nucleares; en definitiva, todo lo vivido... cuando, de
pronto, sientes que algo se desliza por tu labio superior. Palpas. No parece
sudor. Miras tu dedo: es sangre. Abres la guantera y comienzas a buscar un
pañuelo con el que poder limpiarte la nariz.
En ese mismo instante, suena la
radio.
¿Cómo es posible?... Sorprendido,
ajustas el dial. ¿Dónde estás? ¡Vamos, vamos, hija de…!
“Buenos días, ciudadano de N.T. Para ti, Radio Esperanza, la mejor música
de la historia”,
anuncia una voz aterciopelada.
¿Se trata de un hombre o una
mujer?, te preguntas... Imposible saberlo.
A continuación, suena The End, de The Doors.
Y sonríes eufórico. De nuevo, el
azar juega a tu favor. ¡Qué cabronazo! ¡Eres el mejor! ¡Sí!, ¡sí!
Golpeas el volante con ambas
manos para celebrarlo. Terra Nova sólo queda a media jornada. Ya tienes un destino,
una meta. Y, lo más importante, no estás solo en este infierno. Algo de
compañía no te vendrá mal después de tantas semanas a la deriva, de tantos
muertos, de tanta mierda. Quizá puedan ayudarte, o al menos explicarte todo lo
que ha sucedido. Hay tantas preguntas sin respuesta que te gustaría compartir…
Anochece. La misma aurora boreal
de ayer: un inmenso tapiz esmeralda a pinceladas violeta. Es un espectáculo
fascinante, pero al mismo tiempo aterrador. Sucede a menudo desde la última
explosión en las capas altas de la atmósfera, ¿hace ya dos, tres años?... Qué
más da.
Apenas unos minutos después
comienza a descubrirse un extraño fulgor anaranjado sobre las montañas de
enfrente. “¿Serán las luces de Terra Nova?”, te preguntas. También podría ser
un incendio. Pero la luz no fluctúa, y descartas dicha opción.
En tus ojos asoman lágrimas de esperanza.
Aumentan rápidamente tus expectativas, tus ilusiones, tu ansiedad. Suspiras
hondamente… Intentas controlar la situación, recuperar el ritmo de tu respiración…
Entonces, la música termina de forma súbita. Tras una breve pausa, habla el
locutor, o locutora:
“Buenos días, ciudadano de N.T. Para ti, Radio Esperanza, la mejor música
de la historia”. Suena The End, de The Doors.
“¡Mierda!”, exclamas con rabia, incapaz
de contenerte. “¡Era un bucle
automático, sólo eso: una jodida grabación!”
Frenas en seco. El coche se
desliza unas decenas de metros por el asfalto antes de detenerse en medio de la
carretera desierta. Y paras el motor. Un fuerte olor a goma quemada invade el
espacio que te rodea. Late con furia tu corazón, palpitan tus manos, tus pies;
tu estómago se comprime; tu nariz sigue goteando sangre.
Apagas la maldita radio y diriges
la mirada hacia el asiento de atrás. La escopeta sigue ahí, aguardando una
decisión postergada a diario: cada amanecer, cada tarde, cada noche.
No sabes qué hacer, cuál será tu
próximo paso. Solo tienes una certeza: se acabó tu suerte. Por primera vez en
mucho, mucho tiempo, el azar se ha vuelto contra ti. Pero ya no hay vuelta
atrás. Porque detrás ya no queda nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario