martes, 12 de enero de 2016

De sensibilidades y otras hierbas



No ese día 


Aun por más que yo te amo, te he sentido cerca, soñado, percibido el aroma de tu piel en la penumbra y cada noche la caricia intencionada de tus manos… cuando al fin, después de tantos meses navegando en el azul infinito de tu memoria, escuché gritar al vigía: “¡Tierra! ¡Tierra a la vista…!”, temí haber regresado al punto de partida, a tu cálido abrazo esperándome en la orilla. Porque era el anhelo por descubrir un nuevo mundo lo que a mi lado viajaba ese día. Y por dicha empresa, urdida y guiada por locos de atar y soñadores a los que ciego de ilusión entregué mi alma, hubiera dado la vida.
Al pisar aquella ignota playa, rodeada de vegetación salvaje y escrutadora, y sentir cómo mis pies se hundían en la arena blanca inmaculada, comprendí que el hombre está obligado al paso de las horas y la tortura de los sentimientos, que la distancia es un puente inacabado, que no hay mejor lugar en el mundo que a tu lado… Pero no ese día.


En algún lugar del Paraíso, a 13 de octubre de 1492

No hay comentarios: