viernes, 23 de diciembre de 2016

Memento

Memento

 1er Accésit en el Concurso de Relato Tono Escobedo 2016



Hacía años que no entraba en una iglesia, e ignoraba cómo había podido dejarme embaucar esta vez; mi mujer siempre había respetado mi ateísmo, y yo su fe.
De niño sí era creyente, incluso llegué a ejercer de monaguillo en mi pueblo, cuando los curas vestían de riguroso negro y ofrecían más remedios que la botica. Hasta que el bueno de Valentín, que repartía el dinero del cepillo entre los críos y nos daba hostias de las de comer al acabar la misa, dejó preñada a una joven aldeana y abandonó la curia por la puerta de atrás.
Pero, anécdotas aparte, leer nunca se me dio bien.  Por eso me extrañó tanto verme junto al púlpito, con la Biblia abierta y todo el mundo pendiente de mí.
“Ya es tarde para arrepentirse”, suspiré apesadumbrado. Tomé aire, junté las manos y me acerqué al micrófono dispuesto a recitar aquel pasaje... Cuando, de repente, mi garganta enmudeció. ¡Perdí la voz!
Miré de soslayo hacia el sacerdote, esperando su reprobación, y lo encontré ungiendo con agua bendita un ataúd; la banda violeta, distintivo de duelo y penitencia, colgando de su hombro.

“¿Quién será el difunto?”, me pregunté, incómodo por no acordarme de él. 

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