La Asociación de Críticos y Escritores de Valencia CLAVE, entregó ayer los premios del III Certamen de Microrrelatos, en el que quedé finalista junto con un pequeño grupo de autores. Uno a uno, todos los seleccionados leímos nuestros trabajos. Entiendo ahora la difícil posición del jurado, dada la alta calidad literaria de todos los textos (he de confesar que yo no acerté en mi quiniela de ganadores absolutos). Un saludo afectuoso a todos los escritores y escritoras que participaron en el evento.
A veinte metros de ti no hay nada
A veinte metros de ti no hay nada
Creía que el horizonte era
un infranqueable muro de falacias y mentiras, olvidos premeditados y promesas
incumplidas; que éramos esclavos de poderosas fuerzas fácticas con ansias de
atrapar el Universo en un puño; que el cielo nunca fue tan azul como rezan los
poetas, las nubes tan blancas ni la lluvia de noviembre una caricia; que amar
era una ilusión perecedera, un trastorno de los sentidos que mengua la razón y
el equilibrio… una especie de locura transitoria.
Pero una noche de aguacero, ceniza y vino
blanco, asomado a la ventana sin cristales de mi habitación sombría, la vi
observando con el cielo adoquinado, rodeada por un halo de luz difusa, ambarina.
En su repisa rebosaban flores de otoño, en su rostro indefinido brillaba una
sonrisa. De pronto, sacó lo que parecía un teléfono móvil y comenzó a
fotografiar la tormenta, como si de un bello espectáculo se tratara. En ese
mismo instante me di cuenta de que mis ojos habían permanecido abiertos, pero
no miraban.
Al día siguiente, fui al oculista y me gradué
la vista. Llevaba demasiado tiempo usando las mismas gafas.
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